sábado, 12 de febrero de 2011

TRAS LAS HUELLAS DE LORCA... (1949)

GERALD BRENAN (Malta, 1894 - Málaga, 1987)


BUSCANDO A LORCA*

Cuando Brenan, acompañado por Gamel, su esposa, vuelve a España en 1949 –su Laberinto, desde 1943 es un libro prohibido– con la intención de encontrar la verdad sobre la muerte de Federico García Lorca, poeta que admiraba y al que había conocido en Granada junto a Manuel de Falla, inicia un viaje semiclandestino, cuyo resultado será La faz de España. La investigación sobre el poeta de Fuente Vaqueros está recogida en el capítulo “Granada”, en el desmonta la mentira del régimen que había matado al poeta más reconocido de la España del momento.

Brenan se lanza entonces a la aventura clandestina de buscar por Granada la tumba de García Lorca. Hace su primera investigación en el cementerio granadino. Así llega hasta los muros agujereados por las balas que mataron a tantos infelices, como la prueba ineludible del crimen. Allí va porque cree que ése fue el lugar del sacrificio. Y luego recorre el recinto, indaga, pregunta hasta que obtiene la respuesta que buscaba: no fue en las tapias del cementerio granadino, sino en los barrancos de Víznar, como le informa un sepulturero con mucho sigilo.

El investigador se detiene a pensar sobre las razones de la muerte del poeta. Las causas van más allá de la venganza personal de Ramón Ruiz Alonso. Había también unas razones de celos provincianos por el vertiginoso ascenso a la fama que había conseguido el poeta y dramaturgo; pero en el fondo, eran unas razones políticas: “Lorca no sólo era un poeta; también era el cuñado del alcalde socialista de Granada, y el amigo íntimo y colaborador de Fernando de los Ríos, el líder socialista intelectual de la ciudad y el hombre más odiado por todos los nacionales. Miles de personas fueron fusiladas por menos razones que éstas...”
Sin más dilación, con la emoción, el miedo y la reserva de las empresas difíciles, el investigador emprende el viaje al escenario de la muerte, al pueblo en el que centra ahora toda su atención. Su nueva investigación le lleva a Víznar y Alfacar, pueblos muy cercanos a la capital. Aquí encuentra la respuesta a tanto secretismo.

Brenan se atreve a preguntar dónde están las zanjas del barranco, del que le han hablado, y le dicen que “en los pozos”. Para su sorpresa, el investigador ha encontrado una excelente aliada y una buena guía en la anciana que guardaba las llaves del cementerio de Víznar, que le indica la dirección acertada, el Camino de la Fuente, que conduce, como su nombre indica, al recodo de Ainadamar o Fuente de las Lágrimas. Ése será el punto de referencia más conocido para situar el lugar en el que se supone que fue fusilado el poeta. Brenan pisa sobre el mismo suelo por el que circularon los camiones cargados de prisioneros.

En su descripción del lugar, Brenan anota: “Toda la zona estaba salpicada con huecos poco profundos y pequeños montículos, a la cabeza de cada uno de los cuales se había colocado una pequeña piedra. Empecé a contarlos, pero los dejé correr cuando vi que el número era de varios centenares”. Allí está el investigador, metido en el papel de la víctima: “Aquella había sido la última visión del poeta, mientras el alba se alzaba en brillantes círculos en el cielo y el canto de los gallos flotaba desde la llanura como sus propios ecos. Tomé un jacinto azul, la única flor que crecía allí entre las riadas, y me alejé”.Ya en Granada, aún alberga dudas sobre la veracidad de los datos que directamente ha verificado. Necesita una confirmación que certifique con rotundidad el resultado de su investigación. Entonces decide hablar con un falangista, que había sido amigo del poeta, para ratificar algunos de los datos ya obtenidos: “Abandoné Granada al día siguiente con la sensación de que, aunque era imposible una certeza absoluta, mi búsqueda de la tumba del poeta no había sido completamente inútil”.
Con la publicación de La faz de España (1950), el autor rompe con la línea marcada por los escritores o historiadores del régimen, que pretendían aislar las responsabilidades del asesinato de las autoridades franquistas de Granada en 1936. No sería un crimen de Estado, según la versión oficial, sino un crimen atribuido a un grupo de incontrolados. Brenan logra encauzar, desde entonces, la atención investigadora en la dirección que él señala. También acierta a indicar ese lugar el investigador francés, Claude Couffon, que incluso llega antes a esos escenarios de la muerte, pero no publica sus resultados hasta 1951.

Brenan y Couffon coinciden en subrayar las líneas maestras de la investigación al indicar en qué lugar fue asesinado y quién intervino directamente en la detención: Víznar [Alfacar], el lugar; y Ramón Ruiz Alonso, el ex diputado de la CEDA, como el instigador, responsabilizando indistintamente a los conservadores católicos, a los falangistas, a Queipo de Llano y, en última instancia, al régimen de terror que se había implantado en Granada. Desde entonces, será Ian Gibson el que culmine con las primeras investigaciones de su maestro Brenan. Sin embargo, sobre el lugar exacto de la muerte del poeta, junto a las tres personas que se creen fueron ejecutadas –el maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros Galadí y Arcoyas–, permanece la incógnita a día de hoy. El lugar es el que ya había dicho Brenan, sin concretar el sitio. A la hora del cierre de esta crónica, lo que sabemos es que las seis fosas excavadas, en las que se suponía que podría estar Lorca, están vacías. Esa investigación sigue abierta, salvo que todo el paraje se cierre ya como un cementerio donde honrar a las miles de víctimas que allí yacen.

*Texto de ANTONIO RAMOS ESPEJO, Periodista y escritor. Autor entre otros de los libros Crónica de Gerald Brenan, desde la Alpujarra a Málaga y García Lorca en Fuentevaqueros.

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